Si tuvieras que irte mañana...
Para mi querido monstruo por arrancarme
carcajadas y suspiros siempre que aparece.
... Te pediría que olvidaras todo aquí para quedármelo yo.
Olvida tu perfume para que siga embriagando mi abrazo, la sensación de tus dedos en mis mejillas; tus labios junto a mi cuello. Olvida tus manos apretando suavemente mis piernas, haciéndome cosquillas; tus ojos siempre atentos.
Deja a la orilla de la cama las sonrisas que se te escapan y las carcajadas que me arrancas. No te lleves en la maleta tu abrazo para que me sostenga de camino en camino; ni la promesa que me haces de ver la serie que me gusta, aunque el tiempo sea tu cómplice y no te deje verla nunca.
Quiero quedarme con el recorrido de tu barba sobre mi piel, con las mil y un camisas tuyas a las que llamo "mis favoritas". Quiero beberte despacio, leerte en las palabras de alguien más, escuchar tu nombre escondido en las canciones que me gustan, aunque a ti te provoquen un irremediable sueño. Si tuvieras que irte mañana, no tardaría tanto tiempo en decirte que te quiero e intentaría convencerte del millón de colores que hay entre el rosa y el negro.
Me quedaría con tu miedo de quedarte atrapado en mi cabello, con el mismo horario para tratar intensidades, con la colección de películas animadas de las que hablamos, con las maravillas de un mundo que nos hizo coincidir, con el permanente recuerdo de cómo tomas el café: espresso.
No te lleves los silencios aunque sean de días enteros, ni este esperarte noche a noche. Déjame el tenerte algunas madrugadas. Olvida que duermo mucho y que las nueve para mí es una hora impensable para levantarme, pero no transijas nunca en que la única condición para despertarme sea dormirnos juntos. No te vayas sin pagarme cada uno de los besos que me debes, sin perdonarme por mi tardanza, por mi torpeza que -sin querer- dibuja en tu frente unas sutiles líneas de preocupación.
Si te fueras, te contaría por fin todo lo que me gusta de ti y también lo que no tanto. Te daría las gracias por ser mi tempestad, por ser mi calma; por escuchar mis quejas para después arreglarlo todo con tus letras.
Te daría las gracias por bajarme a las manos el cielo para no tener que despegarme del suelo y así, evitar que me lastime alguna parte del cuerpo. Por dejar una huella tan indeleble como el lunar que compartimos. Porque sin proponértelo derribaste un muro, porque desde ese día mi armadura me saluda feliz de estar rendida.
Si tuvieras que irte mañana, sin importar el tiempo que tuviéramos que robarle a alguien más, yo te pediría -sin dudar- como cada noche, que te quedaras.