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Arendy Ávalos

Donde dueles

Me dueles en los huesos que se han proclamado rotos

si no son tus brazos quienes los mantienen fijos en su sitio.

Me dueles en la cabeza que todos los días

me ruega someterse a cualquier tratamiento

con tal de que ya no aparezcas cada noche en mis sueños.

Me dueles en la garganta, donde se mudó

permanentemente el nudo que detenía mis lágrimas.

Me dueles en los pulmones cuando se me cuela

el aire de la carretera a Tepoztlán, pero el olor a verde

ya no está combinado con tu perfume de domingo.

Me dueles en los ojos que yo no sé hasta cuándo

planean quedarse secos después de tanto llorarnos.

Me dueles en los tímpanos cuando escucho las melodías

que solíamos presenciar, en la sala Neza, maravillados

o las que solíamos bailar en tu cuarto, descalzos.

Me dueles en el cuello, donde ya no se ahoga tu risa,

porque ya no finges ser un monstruo

para provocarme cosquillas.

Me dueles en la lengua y el paladar. Ambos siguen buscando

—con ímpetu y necedad— el sabor de tus besos

en cuerpos donde, evidentemente, no estás.

Me dueles en los labios. Están negados a asimilar

que "amor" ya no es tu primer nombre y que

nuestras despedidas ya no los tienen como protagonistas.

Me dueles en la piel que no deja de extrañar

la sensación de tus dedos recorriéndola

como quien emprende un viaje por primera vez.

Me dueles en los pies. Ya se arrancaron la esperanza de encontrar

algún rastro en el mapa para poder navegar de regreso a tu puerto.

Me dueles en el corazón que se ha cansado

de latir si no eres tú quien palpita dentro.

Imagen: Pinterest

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