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Arendy Ávalos

Volví

Después de escucharte, giré sobre mis talones y volví. Abrí las puertas chirriantes de todas las casas en las que me encontraste y quise regar las flores, pero solo quedaban hojas marchitas sobre la tierra seca. De tu voz solo quedó un eco. Intenté buscar tu brazo, rodeándome la cintura, en cada canción que sonó. Quise encontrarme con la sensación de tu barba en mi mejilla para sentir las mismas ganas de reír que sentí la primera vez, pero ya no estabas.

Hice huelgas de días enteros y derramé 56 mil litros de lágrimas para intentar solucionar la sequía del jardín que, a causa de la sal, dejó de existir. No quedó ni una gota del ron que bebiste pensando en mí. Cuando llegué a las fiestas en las que hablaste del cielo de mis labios, los vasos estaban vacíos, rotos, regados por el suelo. Supuse que ya podías dormir solo, porque la lámpara de noche sobre el buró estaba llena de polvo, no había más enanos por crecer.

Los días pasaron sin que tú supieras cómo o para qué me querías. Parece que, a pesar de no estar juntos, seguimos conociéndonos a través de esta distancia irrompible, del destiempo que nos ha caracterizado, de la necesidad de encontrar rastros de nosotros en cada bendito agujero, especialmente el que traemos en el pecho desde que nos dijimos adiós.

Foto: Pinterest

Después de todo, las estaciones siguen llegando tan puntuales como siempre. La nieve llega como fiel compañera del invierno, esté contigo o no. Volví, pero parece que soltaste las anclas de todos los barcos que hiciste. Me asomé por la ventana que veías cada día, ningunos ojos me miraron de regreso. Se han registrado lluvias infinitas de estrellas, aunque ninguna ha vuelto a acariciarme como tú bien sabes.

No sé cuánto tiempo pasó desde la última vez que nos vimos. ¿Fueron días o años? Los meses se fueron dando portazos, corriendo, sin freno de mano. Parece que Galicia cambió de sol, aunque el compás del flamenco continúa escuchándose con el primer suspiro del día. Hay noches en las que me da por pensar en lo bien que se acomodaban tu cadera y la mía. Hay noches en las que tu rostro en el espejo me hace falta, por eso volví.

Andrés, volví porque las miles de personas coreando el himno que compusiste no me dejaban dormir, se me metían entre las pestañas, me inundaban los oídos. Regresé a todos los lugares que hicimos nuestros como turista, para visitar las ruinas del futuro que nunca tuvimos y ya no estabas. Te esperé, pero se hizo de día.

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