Tal vez, podríamos...
Tal vez, podríamos
mojarnos las ganas.
Quitarnos el reloj.
Secuestrar al tiempo
sin la más mínima intención
de pedir rescate.
Acariciarnos las orillas,
curarnos el ardor de la piel
y sumergirnos en agua tibia.
Dejarnos envolver en
la humedad de la brisa,
sentir al aliento
empañarnos la vista.
Derretir los glaciares
de nuestro cuerpo,
que se nos incendien
los huesos.
Cumplir la osadía de
nadar en mar abierto.
Sin tregua. Sin sombra.
Y no descansar
hasta llegar al puerto.
Aguantar la respiración.
Quedarnos sin aire.
Perder la voz.
Bajar la luna para que
sea nuestro techo.
Cerrar los ojos
y ver estrellas.
Sumergirnos
y ver sirenas.
Mecernos como la marea
nos enseñó a hacerlo.
Terminar con la piel
empapada de sal.
Vestirnos de espuma.
Sabernos olas.
Borrar de la arena
nuestras huellas.
Terminar con todos
los músculos agotados,
con las piernas temblando,
con los pulmones agitados
y los besos
marcados en los labios.
Tal vez, podríamos
mojarnos las ganas.
Volvernos puente.
Hacernos eco.
Dejar que nos lleve el viento.