Cielo cerrado
El conejo, cansado de perseguir
su luz todas las noches,
decidió llevarse a la Luna a vivir con él.
Contigo empezaron mis noches de cielo cerrado, con las estrellas brillando, con tus manos derritiéndome el cuerpo, con mis piernas enredadas en tu cadera, con las historias que te vuelan la cabeza.
Pretendo quedarme aquí a escuchar tu respiración intranquila. Voy a aprender a vivir con la tristeza de tener que dejar de besarte, porque me dejas sin aire.
Voy a gozar la coincidencia de dos que se hacen felices cuando se encuentran y juntos, van desbordando paciencia.
Tengo ganas de robarme tus tiempos junto con el reloj que baila en la sala, el de tu muñeca y el de tu recámara. Tengo ganas de dejar de fumar, de apagar todos mis cigarros y mi intensidad para dejarlos botados en el cenicero (junto a mis miedos).
Voy a preguntarle al destino en silencio qué tanto tiene planeado, para dejar de preocuparme por lo que pueda pasar(nos) si el sol decide no aparecer mañana.
La Luna, disfrutando llenar
las horas con su voz, no se resistió.