Amores incompletos
Hay amores que son vías de escape, como el aeropuerto al que regresas sin remedio cada que llegas al lugar en el que se conocieron.
Hay amores que son causa de huida, como el momento en el que te abrazó el miedo y descubriste lo poco que dura la palabra siempre en los labios de dos que siguen siendo extraños.
Hay amores que, como el viento de febrero, azotan las puertas y aparentemente las cierran, pero dejan las llaves pegadas al candado cada que el calendario indica un 20 de marzo.
Hay amores que se quedan impregnados en la piel que tocan y que viven entre el vapor del agua tibia para no abandonarte.
Hay amores incompletos —que nunca son falsos— y que viven en el pecho de quien los siente como heridas abiertas que no cicatrizan nunca. Hay amores que sólo de esa manera pueden cumplir sus promesas.
Hay amores que interrumpen su propio olvido y que regresan a quien fue su hogar, como quien no se cansa de leer el mismo libro, como quien necesita escuchar los mismos cuentos para poder dormir tranquilo.
Hay amores que no se arrancan ni con mil besos de labios desconocidos. Hay amores que duelen, que son alérgicos a todos los medicamentos y se convierten en una enfermedad crónica que te mata todos los días con recuerdos lloviendo desde que tocas el suelo de la regadera.
Hay amores a los que regresas y amores de los que nunca te vas.
