El tiempo sin ti
Dejó de pesarme el reloj. Se me espantó el sueño. Me acostumbré a ver la cicatriz que dejó tu latido sobre mi cuerpo. Aprendí a despertar sin las carcajadas que me provocaba ver el peinado que, en equipo, te hacían la almohada y la madrugada. Supe cómo es conversar con tu fantasma y cómo es dormir sola en la cama —otra vez—. Me encontré pura ausencia en el lugar donde siempre me esperaba tu mirada; pero aún me falta(s).
No sé en dónde esconderte para respirar sin que me duelas, ni calcular el tiempo que necesito para que tu recuerdo deje de taladrarme el alma. No sé cómo dejar de extrañarte porque apareces a todas horas, sin consideración. Tengo que dejar a un lado la esperanza de que salgas a encontrarme cuando estoy perdida y dejar que florezcan mis heridas. Voy a buscar un cajón para guardar todo lo que no me diste y, pese a que tu voz dejó de acariciarme el corazón, me gusta pensar que seremos y seguiremos...
Aunque ya no estemos.