El espacio entre tus brazos,
pueblo mágico.
Prefiero las lunas en las que tus suspiros justo antes de dormir detienen el tiempo; cuando después de varios desvelos, por fin, visitamos juntos a Morfeo. Las noches en las que te aferras a mi cintura entre sueños y, por ese momento, soy la tabla salvavidas que te mantiene a flote, con la sensación de tu respiración sobre mi cuello y los latidos de tu sangre sobre mi cuerpo.
Las noches en las que puedo quererte, aún si no puedo salvarte de las pesadillas que te acechan; cuando confirmo que puedo dibujar tu silueta de memoria y leer las coordenadas de la constelación que esconde tu piel. Lunas en las que dejamos el frío detrás de la puerta mientras nos arrullan las gotas de lluvia y nos refugiamos de la tormenta.
Prefiero las mañanas con sabor a vainilla. Ser alba en tu cama. Encontrar en las siestas a media tarde la calma. Sentir cómo tus omóplatos se tensan cada que tus brazos me rodean. Quedarme en la enredadera que forman nuestras piernas. Las mañanas en las que tengo tus besos de despertador y puedo sentir cómo llenas de vida mi pecho vacío guardándome ese espacio entre tus brazos que es, por mucho, mi lugar favorito.