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Arendy Ávalos

La receta perfecta

En memoria de Monsti.

Gracias por lo que me enseñaste en esta vida.

Nos vemos en la que sigue, meme.


José López, hasta hace un tiempo, era un estudiante de Arquitectura que, de vez en cuando, se preguntaba si el camino por el que iba lo llevaría al lugar donde realmente quería estar. Arquitectura era la tercera opción de la lista mental de posibilidades entre las que José veía su destino. La segunda era medicina y la primera, cocina.


Probablemente uno no se imaginaría opciones tan eclécticas en la lista que tiene escrito el futuro, pero eso era algo en lo que José no pensaba. Tal vez las profesiones no tengan algo en común para otra persona, pero para mí sí. Encajaba en el perfil de las tres y eso ya era ganancia; porque ya sabes, sales de la prepa y no sabes ni qué día es cuando de repente, te enfrentas a la decisión de qué quieres hacer el resto de tu vida.


“Monster”, como le decían en la preparatoria debido a su imponente estatura de poco más de 1.80, cocinaba para sus amigos quienes siempre fueron unos comensales dispuestos a probar sus inventos. Una vez les llevé trufas de naranja con whiskey y menta. Yo sabía que estaban muy ricas, pero el ego de un cocinero es casi tan grande como el de una bailarina o el de una escritora -me dice con una sonrisa de fingida inocencia que le alcanza los ojos- necesitaba que me dijeran que sí les gustaba.


Me confiesa que esa parte es la que más disfruta del cocinar, que el trabajo de un cocinero no termina cuando se apaga la estufa o se sirve el plato: Todo va más allá, cuando ves la expresión de la gente al probar tu comida y se sorprenden, es como… Busca por un momento las palabras que logren expresar lo que está pensando, hasta que se rinde y decide responderme: es una cara difícil de explicar.


José abandonó su primer semestre en la Facultad de Arquitectura para dedicarse a su pasión. No fue fácil. Para empezar porque mi papá no es alguien fácil de convencer, pero antes de decirle que quería regresar a cocinar, le hice unas galletas (sin decirle que era mi receta) y mientras las probaba le solté la bomba. Su papá, casi enfurecido, le preguntó que, si quería cocinar, ¿por qué no lo había hecho desde el principio? “Tú no sabes lo que quieres”. Con esas exactas palabras terminó lo que el joven cocinero califica como uno de los regaños más largos de su vida.



Imagen: Pinterest

Yo lo escuché sin alterarme, porque cuando cocinas, aprendes a leer muy bien a las personas y era mi papá, llevo 22 años conociéndolo. Me podía imaginar su reacción. Mientras recuerda el momento, cierra los ojos y mueve de un lado a otro la cabeza. ¿Sabes qué fue lo que dijo inmediatamente después de que terminó de regañarme? —No me lo imagino- le contesto muy seria. Preguntó que dónde habíamos comprado esas galletas, porque estaban deliciosas. Soltamos una carcajada catártica, casi unísona. Terminamos de reírnos y me cuenta que ese momento fue casi una señal de que efectivamente, el camino que había decidido emprender era el correcto.


¿Necesitaste eso para saber que cocinar era lo que querías hacer el resto de tu vida? Fue un momento muy importante. Fue la vida diciéndome que sí con la voz de mi padre. Sin embargo, creo que lo sabía desde mucho antes. Cuando a pesar de las quemaduras, las cortadas, las largas horas trabajando y con las manos llenas de curitas, terminas tu día con una sonrisa. Feliz por lo que hiciste. Ansioso por hacerlo al día siguiente y el que sigue, y el que sigue.


Le pregunto cómo podría lograrse la receta perfecta, esperando que me diga una técnica o un ingrediente que nunca falla o una medida exacta de sal, qué o sobra o falta. Sin embargo, me responde con la sinceridad cincelada en el rostro, que la clave para hacer todo en la vida es encontrando la inspiración en las cosas más simples: Aunque suene cursi las cosas más extraordinarias se han hecho por amor.


A unos minutos de concluir la entrevista y retirarnos de la cafetería en la que estamos sentados, decido preguntarle cómo definiría la cocina: Es una pasión. Es algo que te ayuda a conocer y conectarte con las personas con las que cocinas y para las que cocinas. Es una manera infalible para aprender la cultura de cualquier lugar. Es arte, en toda la extensión de la palabra. Abarca desde lo auditivo, lo visual, el tacto, el gusto, la memoria… Es una pasión. Pero que quede claro que amor y pasión no son lo mismo. El amor puede acabarse fácilmente. La pasión no conoce límites, es locura.

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