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Arendy Ávalos

Lo [poco] que no te dije

Supe que te amaba a finales de abril, cuando fuimos a ver esa película de superhéroes a mi cine favorito. Tú estabas atento, muy nervioso, te sudaban las manos y no querías parpadear. Te miré por unos segundos y, mientras la mitad del mundo se esfumaba en la pantalla, yo sólo podía pensar que estaba realmente enamorada de ti. Te lo confesé un mes después. Tú estabas atento. Yo estaba muy nerviosa, me sudaban las manos y no podía parpadear. Me miraste, escondiste una sonrisa y, antes de que terminara la frase, me respondiste yotambiénteamo. Así, en una palabra.


Hace cuatro meses, empecé a escribir un libro sobre nosotros, se llama Lo que fuimos. Me quedé en el primer capítulo, escribí la dedicatoria y un poco del epílogo. Ojalá pueda terminarlo algún día.


Te mentí. No he borrado nuestras fotos. De repente me da por verlas y recordar el momento preciso en el que las tomamos. Mis favoritas son: Cuando nos vestimos iguales —por coincidencia— el 14 de febrero, la primera vez que fuimos a la sala Neza, cuando cumplimos un año y cuando intentamos recrear el beso de “Lluvia de hamburguesas”.


La única prenda que no te devolví —a propósito— fueron los calcetines de atardecer, tus favoritos. Me los quedé con el único objetivo de darte en la madre. Quería que tus pies extrañaran esa tela suave que tanto te gustaba, como para equiparar la falta de tu piel sobre la mía. Ni siquiera sé si te habías dado cuenta. Lo que me queda claro es que me los hubieras dejado sin problema alguno, como las playeras y la sudadera que, aunque nunca me regalaste, sigues asociando conmigo.


Me dedico canciones en tu nombre que ni siquiera conoces y te dedico otras tantas que, ya sé, no escucharás jamás.


Sigo enojada con tu familia y con tus amigos porque nunca me dijeron nada. Ni una sola palabra. “Es que no les correspondía”, casi te puedo escuchar decir. Me vale. También sigo enojada contigo. Todavía sueño que nada cambió y nosotros estamos bien, aunque no te haya perdonado por irte y volverte un completo extraño.


¿No que tú me amabas más?


Se rompió el corazón que trajiste de Murano. Estaba buscando la pulsera de hilo negro que me compró tu papá en el mercadito de Tepoztlán y la caja en donde guardaba el dije se cayó al suelo. La pieza se rompió en tres pedazos. Me corté la mano cuando los levanté. Las piezas encajaron perfectamente. Ya lo arreglé. También lo cambié de lugar, descansa seguro en el cajón de mi buró.


Me di cuenta cuando, para preguntarme si eras necio y ganarle la competencia a tu hermano, casi me dices amor.

Cuando te despedí en el aeropuerto, pensé “ojalá este no sea nuestro último beso”. Sí fue. Me parece tristísimo, así, en superlativo. Sabíamos que nos decíamos adiós, pero nadie nos dijo que sería por tanto tiempo.


Imagen: Pinterest



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