Bitácora de sueño
Día cero
Todavía no te has ido y ya sé que estos momentos son los que más extrañaré. Tu brazo rodeándome el cuerpo y nuestras piernas hechas un nodo que, probablemente, expresa mejor que yo las ganas que tengo de que te quedes. Mi espalda desnuda en contacto directo con tu piel, tu aliento en sintonía con la brisa, tu calor abrasándome.
¿Te has dado cuenta de que, sin importar cuánto nos movamos, siempre nos despertamos con alguna parte de nuestro cuerpo en contacto con la del otro? Incluso en verano. Incluso cuando dormimos después de haber tenido una discusión que terminó a las tres de la mañana.
Espero que el tiempo se pase muy muy rápido. También sé que no te vas toda la vida, pero es que 152 días me parecen un reto difícil de superar.
No escuchaste cuando me desperté a escribir esto. Ojalá sigas dormido.
Día uno
La situación me parece rarísima. Ya habíamos pasado por esto antes. Me refiero a que hemos dormido en camas diferentes muchas veces y nunca había experimentado esta sensación. Parece que tu lugar lo ocupa tu ausencia, un vacío que se envuelve en las cobijas mezcladas con tu olor y mis lágrimas a las cinco y media de la mañana, la hora a la que llegué después de dejarte en el aeropuerto.
Día tres
Ayer Antonio me preguntó por ti y nuestra despedida. Hoy mi tía y Sofía hicieron lo mismo. Tenía un nudo en la garganta, el mismo de ayer. Estoy muy cansada. No he podido dormir bien. Parece que lo que sea que me dejaste por compañía no sabe abrazar[me].
Día diez
Estoy en Cancún, compartiendo habitación con mi hermano. El bochorno del ambiente combinado con el calor de su cuerpo convierten la cama en la situación a la que aspiran quienes viven en los polos cuando se van a dormir. Se lo firmo a quien quiera.
Día diecinueve
¿Te acuerdas del peluche de hipopótamo que compraste en Miniso y me regalaste? Le puse un poco del perfume azul que me dejaste para noches como esta, noches en las que no logro conciliar el sueño.
Día veintiséis
Bajé a ver la luna cuando dejamos de hablar. Me parece muy curioso el consuelo de las personas que, para sentirse cerca, afirman que ven la misma luna. Hoy creo que es el peor cliché del mundo. "¡Qué pendejada!", pensé antes de cerrar los ojos.
No sé qué hora es. Está oscuro y solo puedo escuchar el zumbido que me trae el silencio. Mi cuerpo dice que ya dormimos suficiente.
Día treinta y dos
Hoy, por primera vez, pensé que no vamos a sobrevivir. Juntos, pues. Ya estaba a punto de dormir, pero todas las dudas comenzaron a empujarme despacito para que saliera de la cama. ¿Qué nos va a pasar? El tiempo aquí está pasando muy lento. A esta hora todo empieza a ser tragedia. Faltan 121 días.
Día cuarenta y uno
Es 14 de febrero. ¿Te conté que en mi cama hay una almohada más? Suelo acurrucar mi cabeza en ella, con mi cuerpo en diagonal, para que la mitad del colchón no se me haga abismo.
Día sesenta
La playera que me diste impregnada de tu perfume está doblada en el clóset. La saco religiosamente para sentirte cerquita justo antes de dormir, pero procuro no manipularla mucho para que no se desprenda el aroma. Ojalá no se vaya hasta que tú regreses.
Día setenta y siete
Ya perdí la cuenta de cuántas noches llevo sin que mis pestañas puedan quedarse quietas. El insomnio se me refleja en las ojeras. Los círculos alrededor de mis ojos hoy son de un lila casi azul, tal vez es por el color del cielo.
Día noventa y cuatro
Ayer pensé que debí empezar a contar regresivamente para ver los números disminuyendo y que eso tuviera un efecto positivo en mi ánimo, pero ya está el conteo y ni modo de borrarlo.
Día cien
Estoy convencida de que ya valimos madres. Todo lo que ha pasado hasta ahora me mantiene despierta. ¿Qué hemos hecho? ¿Cuáles fueron los pasos que nos dejaron aquí, a la deriva? Las posibles decisiones me provocan ansiedad y mi corazón es víctima de una taquicardia que no se calma.
Día ciento treinta y seis
Hoy decidí que ya no podía segur así. Hoy comprobé que el amor no es suficiente y decidí borrar los dos puntos suspensivos que le sobraban a lo nuestro desde el día uno. Hoy decidí ponerle punto final a lo que pudimos ser.
Día ciento cincuenta y dos
Hoy llegaste a la ciudad. Quise dormir toda la tarde. Probablemente en unas horas estaré arrepentida. Hay una tercera almohada en mi cama que me estorba en este momento, pero que no tengo fuerza para mover. Aquí se queda.
Día ciento setenta y cinco
Hoy dormí con alguien más. Quise levantarme de la cama desde el primer momento en el que toqué las sábanas, pero me obligué a quedarme ahí. Quieta. Callada. Sin pensar en ti. Solo logré las primeras dos. Pensé que lo que me hacía falta era solo otro cuerpo pegado a mi espalda, pero me equivoqué.
Día doscientos veintitrés
¿Así será siempre? ¿Deberé dedicarme a buscar otros brazos entre los que pueda encajar perfectamente? ¿De esto se tratarán la vida y mis horas de sueño a partir de ahora? ¿En dónde firmo mi renuncia?
Día trescientos sesenta y seis
Ya pasó exactamente un año. Tu ausencia y yo hemos logrado acomodarnos en la cama. Bueno, nosotras y cuatro almohadas.
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