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Arendy Ávalos

Las mujeres que soy

No conocí a Mamá Bertita, mi bisabuela, pero escucho de ella casi todos los días. En mi sangre corre su ternura, la forma de sus manos gorditas y fuertes de tanto trabajar la masa. Ella le enseñó a mi abuela y a mi mamá la forma correcta de envolver los tamales y ellas, mucho tiempo después, me la enseñaron a mí. Soy su herencia.


Soy Esperanza, mi abuela materna, que es sinónimo de vida. Me enseñó a cocinar desde que me sentaba en la barra y me pedía ayudarle a picar los nopales para la comida de ese día. Ella no lo sabe, pero también me enseñó los límites del amor incondicional. Soy sus palabras de amor, su sazón, sus abrazos. Comparto con ella la risa, como todas las mujeres en mi familia, y su forma de llorar.


Soy Adriana, mi mamá y la mujer más fuerte que conozco. Ella fue quien me enseñó a leer, a devorar libros. Heredé sus manos, su risa y me gusta pensar que también me heredó toda su belleza. Gracias a ella son posibles todas mis letras y mi vida entera. Ella me dio la seguridad para levantar la voz, incluso ante ella. Soy su forma de cuidarnos, su bondad y las diferentes maneras que tiene de ayudar. Soy su pared, soy su escalera.


Soy cada una de mis tías.


Soy la voluntad de Olga, su perseverancia, su corazón acelerado y ojalá también su capacidad de florecer entre maleza.


Soy la valentía de Teresa, su apoyo, sus nuevos comienzos, sus miedos y ojalá también su voluntad.


Soy la intensidad de Laura, sus bienvenidas y sus despedidas de aeropuerto, soy su certeza y ojalá también su resistencia.

Soy cada una de las mujeres que me dieron, mis primas.


Soy mucho más de Yul de lo que podría resumir aquí. Soy la hermana que no pidió y a la que le enseñó cómo se cura la ruptura de un corazón. Soy sus enseñanzas, nuestras pláticas de madrugada. Sigo aprendiendo a ser su asertividad y su determinación.


Soy Andrea, nuestros recuerdos en la fogata de su casa, en la alberca de su patio. Soy su perseverancia.


Soy Vania, su paciencia, su generosidad y sus ganas de llorar. Soy su forma de defender a las personas que ama.


Soy las maestras que tuve durante mis años de escuela, porque sus formas de enseñar me dejaron huella.


Soy Bárbara y su costumbre de dar cartas, Alba y su preocupación por los animales de la calle. Soy Lulú, soy Claudia y soy Claudia. Soy Josefina, a quien sigo buscando sin encontrar y a quien recuerdo con todo el cariño del mundo. También soy un poco de Macrina, de Luz María, de Alejandra, de Ana Lilia, de Berenice, de Janeth, de Celina.


Mencionarlas a todas sería empezar una lista interminable, pero las guardo y les agradezco todo lo bonito que me dejaron.


Soy mis amigas, con quienes he compartido momentos importantes y con quienes también he ido aprendiendo cómo funcionan los días.


Quienes fueron mis amigas en la primaria y la secundaria me enseñaron mucho sobre mí, sobre las relaciones que busco, sobre las que no planeo repetir. Soy lo que me dejaron, lo que recuerdo de ellas y lo que les aprendí cuando nos reencontramos.


Soy Andrea, con quien compartí nuestra paleta favorita, porque nos gustaba la sensación de aplastarla y dividir por igual hasta las últimas moronitas; sin importar que cada una tuviera la suya. Soy nuestras pláticas infinitas y la sensación de que, entre nuestra amistad, no pasa el tiempo.


Soy Ángeles, su mamá y el apoyo de la mía. Soy su compañía, su generosidad y también sus ojos de sorpresa.


Soy Liz, su armadura, sus consejos, su confianza, su forma de cuidar mis lunares favoritos, sus brazos abiertos.


Soy Jimena y Mariana, los dos pares de manos que sostienen desde que las conocí en la prepa. Soy nuestras historias, nuestra forma de comer helado, nuestras largas caminatas por Coyoacán. Soy la forma de querer de Mariana, su muñeca lastimada. Soy los colores con los que pinta Jimena, sus lágrimas. Soy algo de las mujeres que las trajeron al mundo.


Soy la dulzura en la voz de Sofía, sus palabras de consuelo. Soy la fuerza en los abrazos de Marisa, los rizos de su cabello. Soy la inocencia de Jimmy, lo inmenso de sus sentimientos. Soy los escudos de Clivia, la entrega de su tiempo. Soy la exigencia de Valeria, las ganas de cumplir sus sueños.


Soy Camila, Ollin, Montse, Gisselle, Ana, Diana, Ximena, Norma, Sofía, Mon, Fanie, Andrea, Vanessa, Claudia, Cristina, Sofía, Mónica, Alejandra, Rebeca, Karina, Cecilia, Ivette, Gaby.


Soy todas las mujeres que me han querido, todas a las que he admirado.


Siempre me faltarán nombres, pero jamás me cansaré de agradecerles por ser las manos que me ayudan a cosechar los frutos de las semillas que me han regalado para sembrar.


Por ellas lucho. Por ellas florezco.


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